Eso dice un gastado slogan publicitario de Kodak, que este fin de semana comprobé que en algunas ocasiones sí se da esa oportunidad.
Decidí visitar Jalostotitlán, o simplemente, Jalos (en los meros altos de Jalisco), pueblo donde creció mi padre, y donde yo pasé mis vacaciones desde los 7 hasta los 22 años. No estaba seguro de que sería una experiencia grata, ya que hay ciertos recuerdos tristes (como la demolición de la casa a donde llegaba), pero me decidí hacerlo.
La verdad es que no me arrepiento. El centro del pueblo es el mismo. Salvo algunas contadas excepciones casi todo sigue igual. A las afueras dicen que hay mucho crecimiento (desordenado, a mi punto de vista), pero a lo que íbamos está casi como lo dejamos mi primo David y yo hace 10 años.
Mismo pueblo, mucha gente que aún está ahi y que nos recibió gratamente sorprendida de vernos. Lamentablemente también mucha gente que ya no está, y algunas que por edad y por golpes de la vida, no nos recuerda ya.
El saldo es muy positivo y comprobé con gusto que Jalos sigue siendo el mismo pueblo tranquilo pa irse a relajar un fin de semana, con la notable pero soportable diferencia de dormir en un cuarto de hotel y comer en fonda…
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