Hoy es el ultimo día de este año que nos dejó con más perdidas que ganancias.
Se va un año muy difícil en el que vimos apagarse lenta y dolorosamente la vida de un ser muy especial, y demasiado joven para haberse ido, cosa que aún duele, y duele mucho.
Por otro lado, se va una década de muchos acontecimientos en lo personal. Más buenos que malos; no me puedo quejar. Ese amigo que perdimos en 2010, me dio la oportunidad de contar con su amistad a lo largo de estos 10 años (y un poquito más), así como la de tantos más que afortunadamente aun están, y espero que sigan por mucho tiempo más.
La década del 2000 me dejó amistades que, o florecieron, o maduraron y que ahora forman parte íntegra de mi vida. Sin ustedes, no sé qué sería de mí.
De mi familia, recibí lo que he recibido desde mi accidentada llegada al mundo: todo el amor y el apoyo incondicional en cada cosa que he hecho o dejado de hacer. No puedo pedir más.
En esta década crecí al fin tanto física, como mentalmente. Dejé de ser el hombre encapsulado en el cuerpo de un niño (¡Gracias, Dr. Márquez!), y eso trajo consigo muchas cosas buenas. Quizá otras malas, pero de igual forma, me han hecho lo que soy ahora, y voy por más.
Como he dicho antes, no me quejo.
Solo deseo que el año y la década que comienzan mañana, nos dejen, a ustedes mis queridos amigos, y a su servilleta, un saldo positivo.
Asi sea, señoras y señores.
Los quiero un chingo…